jueves, 16 de mayo de 2013

Posted by Juan Rincones On 5:30 a.m.


“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.” Mateo 5:7. 



No es bueno que el hombre que no quiera perdonar sea perdonado, y que quien no quiera dar a los pobres vea sus propias necesidades subsanadas. Dios nos medirá con nuestra propia medida, y aquellos que han sido duros señores y duros acreedores, descubrirán que el Señor tratará duramente con ellos. “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia.” 

En este día, tratemos de dar y de perdonar. Hemos de ocuparnos en estos dos verbos: tolerar y soportar. Hemos de ser amables, y benévolos y tiernos. No malinterpretemos la conducta de los demás, ni impongamos onerosos contratos, ni iniciemos insensatas querellas, ni seamos demasiado exigentes.

Ciertamente deseamos ser bendecidos, y también necesitamos obtener misericordia: seamos misericordiosos para que alcancemos misericordia. Cumplamos con la condición, para que recibamos la bienaventuranza. ¿Acaso no es un deber agradable ser amable? ¿Acaso no hay mucho más dulzura en eso que en estar enfadados y ser mezquinos?  Vamos, ¡hay una beatitud en la cosa misma! Además, la obtención de misericordia es una rica recompensa. 

¿Quién, con la excepción de la gracia soberana, podría sugerir una promesa como esta? Nosotros somos misericordiosos a nuestros semejantes mortales en cosas de centavos, y 
el Señor nos perdona “toda aquella deuda”. 

La Chequera del Banco de la Fe.
Charles H. Spurgeon 
Traducción de Allan Román

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